Tras las Cortinas del Poder

“La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados.” — Groucho Marx.

Por Isidro Aguado Santacruz

En la escena política de México, el ritmo nunca se detiene; cada semana trae consigo una nueva coreografía que desdibuja las líneas de la democracia. Esta danza política se ha intensificado con la reciente aprobación del dictamen que establece la inimpugnabilidad de reformas constitucionales, un movimiento que despierta preguntas inquietantes sobre la salud de nuestro sistema democrático.

En una sesión marcada por la prisa y la tensión, el Senado decidió, con 24 votos a favor y 10 en contra, avanzar en un dictamen que modifica los artículos 105 y 107 de la Constitución. La decisión, que impide que las reformas constitucionales sean impugnadas, ha generado un alud de críticas. En este clima, la idea de un gobierno comprometido con la transparencia y la justicia se desdibuja ante la cruda realidad de decisiones apresuradas y no debatidas a fondo.

Este dictamen, que pretende blindar al poder ejecutivo de la supervisión judicial, es como un truco de magia: lo que parece ser un avance en la administración pública es, en realidad, un intento de eludir el control de las instituciones. En un teatro donde se aplauden los discursos sobre democracia, este movimiento podría resultar en una peligrosa concentración de poder.

Los senadores de la coalición oficialista, conformada por Morena, el Partido Verde y el PT, parecieron seguir un guion preestablecido, ignorando las advertencias de la oposición. El senador Marko Cortés, del PAN, alzó la voz, advirtiendo que esta propuesta es un ataque frontal a los derechos de los ciudadanos. “Es un juego de vencidas con el Poder Judicial”, afirmó, enfatizando la regresión en materia de derechos humanos que representa.

En el marco de esta discusión, la senadora Alejandra Barrales, de Movimiento Ciudadano, describió el proceso legislativo como un reflejo del miedo del gobierno a ser cuestionado. Este apuro no es más que un reconocimiento tácito de que, a medida que las reformas se aceleran, también lo hace la desconfianza en la capacidad del Estado para actuar en beneficio de sus ciudadanos.

La sobrerepresentación legislativa también se volvió un tema candente. La senadora Carolina Viggiano, del PRI, subrayó la incongruencia de que el oficialismo controle el 74% de las curules a pesar de haber obtenido solo el 54% de los votos. Este desajuste plantea serias dudas sobre la legitimidad de un sistema que, lejos de representar la voz del pueblo, parece estar diseñado para perpetuar el poder de unos pocos.

La danza continúa, y la pregunta es: ¿qué papel jugará la ciudadanía en este espectáculo? La presión pública es esencial para recordar a nuestros representantes que, aunque cambien los ritmos, la melodía de la democracia debe ser un canto colectivo. La participación activa y la exigencia de transparencia son las herramientas más poderosas en manos de la población para asegurarse de que su voz no se ahogue en el bullicio del poder.

Como menciono en mi libro «Tras las Cortinas del Poder», las decisiones cruciales se toman en un espacio oculto, donde la fachada de la democracia se sostiene con hilos de control y manipulación. Aquí, la lucha por un sistema más justo y equitativo es continua. Mientras cada semana cambiamos de ritmo, es vital recordar que el verdadero desafío es exigir un cambio que resuene no solo en el salón del Senado, sino en cada rincón de nuestra sociedad.

Así, en este contexto de decisiones apresuradas y concentraciones de poder, se hace evidente que tras las cortinas del poder, la historia sigue escribiéndose. La lucha por la justicia, la equidad y la democracia no es solo tarea de los legisladores, sino también de todos nosotros, ciudadanos comprometidos que debemos reclamar nuestro lugar en este escenario. Excelente fin de semana, lectores.

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